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Fecha de escritura original: 25 de octubre de 2011.
Publicado en primer lugar en: este blog.
Fecha de revisión: 30 de septiembre de 2022.

La humanidad nunca se contenta cuando una verdad le afecta. La humanidad no ha aprendido a aceptar sus errores, se cree perfecta como para hacer eso. La perfección se mide por el grado de madurez que permite el asumir las debilidades y cambiarlas para que lleguen a ser fortalezas. Aún así, cualquier cosa que se digne de portar el término de «perfecta» debe tener un equilibrio… Y no puede existir el bien, sin hacerlo igualmente el mal. Así mismo, yo no hubiese existido sin la mezcla perfecta del espermatozoide que me llevaba con el óvulo que lo esperaba.

Estoy aquí y no me siento mal por ello. Estoy aquí, al igual que los demás, sólo permaneciendo. ¿Qué podemos hacer sino sólo esperar? ¿Acaso el futuro nos sonreirá diciendo qué nos depara? ¿Acaso el pasado puede ayudarnos a afrontar el presente? ¿En verdad el presente es un regalo? Todo depende… Todo es y no es, según las diferentes concepciones de cada quien.

Soy perfecto como soy, pues así fui concebido. ¿Me crees un monstruo? ¿Qué me dirías si yo pensara lo mismo de ti? Esta sociedad no permite que los genios se eleven ni mucho menos que aparezcan nuevos… Aún siendo perfecto, no puedo ser juez de nadie. Pues yo mismo soy nadie. Nadie es nadie y todos somos todos. La ley del universo no la rige una sola persona o un sólo ser, o una sola energía. El universo tiembla a cada momento pues se ve inmerso en distintas direcciones que lo mueven en sempiterno vaivén, ya que no puede enfrentarse a las millones de fuerzas que le someten.

Estar consciente o no de la propia circunstancia abre una brecha entre tú y yo. Podemos ser hermanos y no reconocernos. Mi existencia aquí no tiene fundamento. A pesar de no nacer accidentalmente, el motivo por el cual vivo sólo se forjará con mis acciones.

No espero que lo comprendas todo. Empero, te sigo escribiendo. 

Tu amigo,

Sans Dieu…

DIARIO DE SEBÓN

10 de marzo- Sus cartas siempre me hacían dudar. ¿Qué era lo que realmente me quería decir con ellas? ¿Acaso lo que decía era verdad sin darme cuenta? No sé muy bien qué entrever en sus palabras, pues aún no le conozco lo suficiente.

Aún no soy capaz de ver en ellas algún significado. Puesto que, en primer lugar, no veo una razón por la cual él me escriba. Soy abogado. He leído abundantes cantidades de información, siempre utilizo como arma el usar la psicología de los demás en su contra y… ¡aún así no capto lo que él piensa! Es realmente agotador. El trabajo no me deja vivir tranquilo y él no me deja ni dormir.

Pues sí, en el día resuelvo todo lo referente a mis casos. Y, en la noche, me dedico a tratar de siquiera vislumbrar un ápice de la aparente grandeza de Sans Dieu. Su nombre me da muchas ideas, pero no sé cuál de ellas elegir.

Mi madre, que no deja de visitarme, siempre pregunta por mi estado y sus ojos parecen penetrar mi alma, aunque no estoy seguro si con dulzura. Siempre me acaricia la cabeza. Siempre me consuela. ¿Por qué debe ser así? ¿Acaso no debería ser yo quien cuidara de ella? A veces pienso que nunca me creyó lo suficientemente fuerte.

Si escogí esta maldita carrera era para demostrarle lo contrario. Miles de voces vienen a mi mente, siempre en gritos. Jueces, jefes, criminales, todos ellos desafiando mis palabras. Todos ellos refutando. Todos ellos siendo escépticos.

No entiendo el significado de la vida, si es que tiene alguno. Yo sólo veo trabajo, resignación y muerte. Porque hasta la vida misma, cuando llega renovada en forma de una pequeña planta o un niño, se entristece al ver este mundo.

¡Comprendo el sufrimiento de los bebés, lloran porque saben que aquí muy pocas cosas buenas les esperan! ¡Lloran y se lamentan porque saben que aquí todo es una lucha constante, donde nadie pretende ayudar a nadie! ¡Donde todos se pelean por un simple objeto!

¡Donde todos veneran en secreto a la mentira y la deshonra! ¡¿Cómo pretende la justicia acabar con los malintencionados, si es una enfermedad terminal que nos acompaña desde el nacimiento?!

Muchos de quienes me conocen, dicen: «Eres un pesimista, por ti y por tu gente nada avanza correctamente». ¡Ja! Ya quisiera ver cómo les va en sus juicios respectivos. Nadie es inocente, todos somos culpables. ¡Así que no creas que eres especial o que estás exento de las fatalidades!

Sans Dieu ha sido una alegría para mí, me mantiene vivo. Me llena de dudas y, justamente, el querer responderlas evita que quiera alejarme de esta tormentosa realidad. Él ha creado una fantasía y me ha dejado entrar con él a ese mundo de las maravillas.

Pocas veces tengo el ánimo o el tiempo para responderle. Pero me decido a hacerlo hoy, ahora:

¡Qué gran placer es leerte! ¡Más aún porque sigo sin comprenderte! Pero no te amargues, nunca pierdo el aliento ni la paciencia para seguir aquí: luchando como siempre para tratar de ver un futuro simple y perfecto.

Tus cartas mejoran mi actitud, y por eso te estoy profundamente agradecido. Sin embargo, siento que ésta amistad ha superado ya las suficientes pruebas de durabilidad. ¡¿No crees que más de tres años manteniéndola por correspondencia han sido suficientes?!

No te obligo a nada, sólo estoy invitándote a mi humilde casa en donde podremos discutir tus cuantiosas y grandiosas ideas. Aunque, en realidad, toda idea es un mundo… Quisiera poder entrar en esas dimensiones mentales tuyas para poder seguirte con toda la tranquilidad.

No se puede conocer algo si no se le comprende primero. Amigo mío, puedes revolucionar este mundo y… ¿te conformas con escribirme sólo a mí?

Saludos, de tu amigo Sebón.

DIARIO DE SEBÓN

20 de marzo- Le he esperado por varios días. Nada, ninguna información, ninguna respuesta. Si no fuese por todo el trabajo del que debo ocuparme, estaría ya tratando de encontrarlo por todos los medios ―ya que éstos nunca faltan―.

El caso de la señora Helley es el que me impresiona más: se le acusa de asesinato en primer grado de dos jóvenes que vivían en su barrio. Ha rechazado toda culpa, y su cara es tan seria y parece tan sincera que en verdad me llenó de inquietud sobre su posible inocencia.

Recuerdo una frase que me escribió Sans Dieu hace algún tiempo: «La duda no puede permanecer en la mente cuando ésta sólo contiene luz». Espero que esa luz me ilumine y elimine mis inquietudes. Por ahora, debo descansar a pesar de que no quisiera.

He recibido dos cartas de mi madre y no las he contestado. Además, ya no quiero dejarle esa tarea a la señorita Farler, mi secretaria. Los asuntos del corazón sólo deben ser tratados con el corazón…

CUADERNO DE NOTAS (Srta. Farler)

21 de marzo- Mi jefe no ha hecho acto de aparición. ¡Ay, el pobre! Debe haberse contagiado con una de esas gripes que abundan hoy en día. Espero que se recupere pronto.

Y pensar que acaba de llegarle una carta, ¡ah, a veces me impresiono de la alegría que siente al ver una de estas pequeñas muestras de las personalidades que las escriben!

Seguro no tendrá muchas personas que le tengan la suficiente confianza y cariño para mantenerse en contacto por escrito. ¡Si al menos me tomara realmente en cuenta! Parece que nuestra relación sólo puede ser laboral, o al menos ese es el panorama que siempre me muestra.

¿Por qué no se dará cuenta de mi amor? ¡Oh, qué estoy haciendo, no puedo ilusionarme de esta manera! Debo entregarle esta correspondencia, debe ser importante para él. Además, quién sabe, puede que ahora llegue a fijarse más en mí.

Debo apresurarme y, por supuesto, evitar ser observada. Las malas lenguas pueden inventar cualquier cosa, excepto la verdad.

DESAHOGOS PERSONALES (Madame Hatel)

20 de marzo- ¡Sigo sin entender el carácter de Sebón! Le he proporcionado todo lo que un joven de su edad necesita y nunca me lo ha agradecido. Siento que trata de evitarme. Pero ¿por qué? ¿Acaso ve en mí algo desagradable?

Sé que tiene algunas diferencias morales conmigo, pero eso no debería interferir en el cariño innato que seguro trata de ocultar. Le escribo sin cesar, pues sólo encuentro un consuelo en él.

Su padre nos dejó, ya debe estar con Dios. Y ¡sólo me queda él! Mi madre, mis hermanas… Todas ellas decidieron vivir en países extranjeros. Me dejaron a la deriva con mi hijo y con un marido moribundo por el cáncer, sin siquiera voltear a ver de reojo el sufrimiento humano. ¡¿Por qué somos tan vanidosos e imperfectos, por qué no podemos ser como Dios simplemente?!

¡Oh, mi corazón ya está viejo! ¡Palpita tan lento a veces que de verdad temo que la muerte me sorprenda mientras duermo! Él no está aquí; nunca le gustó las mansiones. Era un idealista que pretendía ser humilde.

Yo sé que, a pesar de las apariencias, él es un ambicioso. Aunque no estoy segura si de dinero. ¡Pero es mi hijo! ¡¿cómo no defenderle?! ¿Acaso el amor de una madre debe reducirse al tener al frente los dilemas más horribles, o las verdades más crueles?

Debo escribirle y esta vez sé que me contestará, éste será mi ultimátum: 

Sebón, hijo, no sé por qué estarás tan molesto conmigo. Créeme que no pasa un instante sin que trate de dar con la respuesta. Hijo querido, tus acciones me debilitan, yo sólo pido tu amor, ¿acaso eso es pedir demasiado?

Tu actitud fría y distante ha sido predestinada, desde pequeño fuiste así. Pero creí que eras diferente conmigo. Creí que confiarías en mí, pasase lo que pasase. Estoy orgullosa de ti, y de todos tus logros.

Sé que ser abogado es un buen ingreso para tu verdadero talento: el escribir. Por eso quisiera pedirte que me concedieses como regalo un pequeño fruto continuo de todo ese genio que escondes. El mundo no podrá jamás hacerte algún daño. Yo estaré allí para protegerte, para mantenerte en pie. Y, como voto de bondad divina, te pido que estés conmigo así sea en forma de palabras sobre el papel.

No puedo seguir, ya que no puedo contener las lágrimas. Querido, regresa. Vuelve a los brazos que siempre te mantendrán, así sea sólo en fantasía. Te necesito, aunque me creas insensible.

Tu madre, Madame Hatel.

DIARIO DE SEBÓN 

21 de marzo- Esta mañana, cuando me disponía a salir al trabajo, me encontré con algo. Era la fotografía en blanco y negro de un gran búho, mirando fijamente al que capturó ese momento en el tiempo. Ignoro cómo habrá llegado a mi escritorio. Pero me dio una sorpresa tal que decidí faltar ese día al bufete. Soy el dueño de la firma, así que un sólo día de ausencia no complicará mucho las cosas. En la parte trasera de ese objeto tan curioso estaba escrito un  mensaje:

¿Es más sabio aquél que permanece en silencio o aquél que habla siempre? ¿Es más sabio ceder ante las dificultades o luchar hasta no poder más? ¿Las apariencias realmente engañan o sólo son consideradas falsas por un error en la percepción humana? ¿Quién debe esperar un cambio? ¿Tú, o el mundo?

V.

Luego de tomar el té matutino, me senté en mi pequeña mesa que funciona de escritorio y comedor personal, y, con la paciencia al máximo, traté de descifrar quién podría haberme dejado tal presente. Al principio había supuesto que había sido Sans Dieu, pero luego vi la firma: V.

En los tres años de comunicación, Sans Dieu nunca había usado un apodo. Decidí descansar un poco más, para despertar con una mente más clara para resolver el misterio.

Fui levantado por los sonidos del timbre de la puerta. Me dirigí hacia ella y, al abrir y encontrarme a la señorita Farler, llegue a considerar que todo era parte de un sueño. Pues ¿cómo podía llegar a mí, de manera tan simple, a quien amaba en secreto?

Traté de sonreír y le pregunté, luego de hacerla pasar, cuál era el motivo de su visita. Me dijo que se había preocupado por mi falta y, que además de eso, se sentía obligada a entregarme una carta.

¿Una carta? ¿Sería de Sans Dieu? No podía ser… El siempre las mandaba a mi apartamento. No, no era. Era de mi madre. Esta vez si me asustó. Traté de disimular un poco mi confrontación con el pasado y el presente tras leer la carta.

Pero, qué curioso, la señorita Farler supo identificar los síntomas de una pelea interna y desagradable y, siguiendo sus instintos maternales, se levantó y me consoló.

Las lágrimas se derramaban por mis mejillas sin límites. No me estaba desahogando. El llanto nunca me ha servido de solución, sólo es una forma de agravarlo todo. Aún así no podía detenerme.

Luego de un rato, mis ojos se habían irritado tanto que no podía observar bien las cosas a mi alrededor. Amy, mi secretaria, en acto de buena fe me sostuvo de una mano y del hombro, y, con un gran intuición, me llevo a mi habitación. Luego de ayudarme a recostarme, se inclinó, y me otorgó un beso en la frente y me dijo:

«No se preocupe, mi querido Sebón, está en buenas manos. Le amo, y por eso no dejaré que nada trate de obstruir la felicidad que se merece».

Sus hermosas palabras se fueron repitiendo, y con un eco mental se fueron alejando. Oí el ruido que hace la puerta al cerrarse y comprendí que estaba solo. Otra vez. Dormí y, ya en la noche, me encargo de plasmar estos recuerdos que a lo mejor podrán servir de algo: así sea de basura. Nada puede pasarse por alto, aunque parezca insignificante: el valor de cada cosa está impreso dentro de sí misma.

DESAHOGOS PERSONALES (Madame Hatel)

22 de marzo- No me respondió, al menos no directamente. Ahora tengo algo con qué consolarme, pues sé que hay otra mujer en el mundo que le ama y que pretende protegerlo contra todo mal. Esa jovencita, Amy, es especial. Me ha disuelto todas mis dudas y temores con su delicada prosa. Además de informarme muy bien sobre mi hijo. ¡Es su secretaria!

Bueno, es preferible aceptar que sentarse a esperar que todo suceda según los propios designios. Iré a verle. Necesito estar cerca, así deba gastar dinero en un hotel para no molestarle en las noches. ¡Sacrificaré lo poco que me queda por mi pequeño… Consérvanos bajo tu gran mirada, Dios!

DIARIO DE SEBÓN

21 de marzo, por la noche- Cuando me disponía a escuchar la música de mi violín para olvidarme de la lluvia que de repente había hecho acto de presencia, oí el familiar rumor de los nudillos teniendo contacto con el portal de madera. Me extrañó la hora, ya que no debían ser más de las 10:00 de la noche.

Cuando vi a ese hombre en mi portal, no podía creerlo. Estaba vestido de etiqueta en su mayor parte, incluso llevaba uno de esos bastones que están de moda. Lo raro de su atuendo era la chistera que dejaba a relucir. El ala amplia estaba bordeada por rosas rojas, y, en la cima plana tenía pegadas algunas plumas de pavo real que hacían que, su altura ya considerable, se incrementara. No tuve la necesidad preguntarle quién era, pues él mismo se presentó:

«Bonne nuits, ¡oh, admirable compañero! Sé que la extravagancia de mi indumentaria deja mucho que decir, pero, a fin de cuentas, la elegancia y los modales no son la finalidad del caballero moderno. ¿Sabe qué es? Ser él mismo. Hay que olvidarse de fingir, eso no sirve de nada. La actuación murió cuando lo hizo Shakespeare… Lo lamento, he extendido demasiado mi presentación. Soy Sans Dieu ¿cómo se encuentra, Sebón?».

—Ciertamente, algo confundido. Pero, por favor, pase. La lluvia que está cayendo libremente, puede dañar cualquier cosa excepto a sí misma.

Improvisé una cena para mi reciente invitado y le ofrecí mi cama. Yo iba a dormir en el sofá. Se negó sonriendo, lo que me consternó:

—¡Ah, agradezco su hospitalidad, Sebón! Pero el tiempo corre, y debemos aprovecharlo. Una nueva realidad le espera, y el viaje para llegar a ella no debe verse interrumpido por nada.

—¿Qué? Pero, Sans Dieu, a esta hora ningún tren o coche puede ofrecernos transporte… Sería mejor que esperáramos.

—No, he venido de muy lejos para enseñarle y no dejaré que todo sea en vano. Ahora, hágame caso, arrodíllese frente a la ventana del cuarto. Sin preguntas. Muy bien, ahora abra la ventana, y no se preocupe, ni el agua ni la brisa le afectaran. Se lo aseguro. Cierre los ojos e imagine que sale poco a poco de su cuerpo. Imagine que éste es sólo un medio, y que su alma puede elegir cuándo entrar en él. Cuando haya terminado de desprenderse de la carne, vuele hasta la luna. Y allí, espéreme.

No sé si habrá sido simple ilusión, no sé si habrá sido verdad. Aunque, independientemente de las dos posibilidades, la sensación fue sublime. Sentí la libertad.

CUADERNO DE NOTAS (Srta. Farler)

22 de marzo, por la mañana- ¡Es sorprendente cómo el valor puede hacer que las personas hagan cosas tan inesperadas, como cumplir sus sueños! Ciertamente, mi señor Sebón no habló abiertamente de sus sentimientos hacia mí, ¡pero ahora tengo esperanza!

Hoy tampoco ha llegado temprano al trabajo. Inventaré una excusa para mantenerle a salvo, sería desagradable que sus propios empleados se volviesen en contra de su persona.

Creo que sería mejor explicar que ha decidido atender los problemas desde su casa, no estaría mintiendo de forma absoluta. Sí, eso diré. ¡Ah, enfrentarse con otra persona, dependiendo de quién sea, puede volverse todo un desafío! Bueno, ya es hora, deben estar especulando… ¡Que la suerte me sonría, voy directo a las fauces del lobo!

22 de marzo, por la tarde- ¡No sé qué hacer, todo ha sido tan repentino y tan incoherente! Todo este desorden, todo este caos no es algo común. Aunque, quizás, nada en este mundo lo sea.

Antes de seguir lamentándome debo colocar en orden mis ideas, y, ante todo, dejar de derramar lágrimas por algo que no entiendo. La entrada de esta mañana la hice con el mejor estado de ánimo que he tenido. Hice una pausa para hablar con los demás compañeros de Sebón…

Al terminar con ellos, me dirigí a la casa de mi amado. Desde que vi su alta chimenea tuve la extraña sensación de que algo no estaba en su sitio. Cuando llegué al portal y procedí a tocar la puerta, no escuché nada. Pensé que podría estar dormido, aunque ya era mediodía cuando pasé…

Abrí la puerta con una llave que mi Sebón me había proporcionado como medida de emergencia y, rápidamente, por la adrenalina que recorría mis venas, di un vistazo a la cocina y demás emplazamientos hasta estar en su cuarto.

Las ventanas estaban abiertas de par en par, las cortinas se movían ligeramente debido al viento y, sobre su lecho había un cuaderno. Al pasar las páginas supe que era su diario.

La entrada de ayer me conmovió y luego me asustó. Solté el cuaderno y me senté en una de las paredes, perdida la vista en ese mar de nubes que discutían sobre la labor del Sol como dador de vida.

Mis pensamientos se petrificaron ¿era verdad lo que él relataba? ¿O es que escribía cuentos en vez de su vida propia? ¡¿Cómo iban a ser cuentos si yo aparecía, aparte de otros hechos indiscutibles?!

Sus últimas palabras se grabaron en mi alma y en mi mente. Mi corazón se aferraba a ellas con una determinación y voluntad que rayaban en la locura.

No sé si habrá sido simple ilusión, no sé si habrá sido verdad. Aunque, independientemente de las dos posibilidades, la sensación fue sublime. Sentí la libertad.

Su cuerpo, estirado a mi lado, estaba quieto y frío. Tenía una sonrisa radiante, y unos ojos soñadores. Sobre sus labios parecía permanecer una palabra, encerrada, incapaz de salir: elevación.

Estar tan cerca del amor y perderlo casi al instante, en otras circunstancias ―no haber leído su diario― me hubiese causado no una muerte física, pero sí una espiritual. Pues no hubiese creído más en Él.

Ahora que estoy aquí, quieta y pálida, con el rostro de mi amado sobre mis piernas lleno de mis besos, nadie podrá luchar contra mí sin rendirse luego.

¡Oh, vida querida, me siento conforme con tu presencia; pero ya no te amo ni te adoro! ¡Ya no puedo ver tu belleza! ¡Te prefiero a ti, Muerte preciosa, que das consuelo al necesitado y castigo al infame!

Abrázame fuerte, Muerte bella y resplandeciente, me entrego a ti y me ofrezco a ser tu discípula.