Fecha de escritura original de la reseña: 26 de marzo de 2016.
Publicada en primer lugar en: este blog.
Fecha de revisión: 19 de septiembre de 2022.

Texto sin modificaciones en: la WayBack Machine de Archive.org.

Algún poeta llegó a decir que todos los hombres matan lo que aman.

Esto podría plantearse como certero y razonable desde distintas perspectivas. Podría resaltarse aquella que defiende que existe un amor «contemplativo» y uno «posesivo». El «amor contemplativo» es más sutil, delicado y anhelante. Mientras que el «amor posesivo», al ser más directo, receloso y abundantemente expresado, conlleva a mayores problemas.

Desde esta perspectiva subjetiva, se considera que el amor posesivo y destructivo es aquél que la mayoría siente al tener una pareja a su lado. El amor contemplativo, por su cuenta, se asocia comúnmente a quienes no son correspondidos en su pasión. Y, al no ser amados de vuelta, se dedican a ser observadores de quien sus suspiros inspira.

Lo que se plantea en «Last Night» (2010) es algo ligeramente diferente. La historia es planteada desde las perspectivas del amor posesivo y del amor contemplativo, pero no define ambas perspectivas en tanto «amor de pareja» (posesivo) y «amor solitario» (contemplativo).

En «Last Night» (2010) el amor posesivo se muestra, ya no como un efecto del sentir de una pareja entre los dos, sino como la inevitable consecuencia de la sumisión de la voluntad al instinto: el sexo. Eso por un lado.

Mientras que, por el otro, el contemplativo no es representado como un sentir de alguien solitario que sueña con una relación improbable, sino como el sentimiento mutuo de nostalgia, de estar «en busca del tiempo perdido» ―guiño a Proust―.

En este giro radica la fuerza y la originalidad de la historia: no muestra lo que es intuido u observado por la mayoría. Y lo hace de forma sencilla, aunque no por ello menos magistral, como ya lo explica el título, en una sola noche: suspiros, gemidos, besos y confesiones desvelan el telón de un drama profundamente íntimo y, al mismo tiempo, compartido.

Porque, aunque no sea explícitamente expuesto, se sabe como posible o en carne propia que el amor contemplativo y el posesivo pueden sentirse al mismo tiempo por dos personas distintas y, más aún, por la misma. No se trata de amar y poseer o, en otra instancia, de amar y anhelar, sino de amar simplemente… Sin pretextos, sin excusas, sin mentiras de por medio, sin dudas, en entrega total.

El mismo poeta que decía que todos los hombres matan lo que aman agregaba, sin embargo, que no todos deben morir por ello ―como consecuencia de su actuar―. Y, además, que unos aman poco y otros demasiado. Irónicamente, por muy lamentable que sea, quien dijo todo esto pereció todavía siendo jovial por causa de quien sus miradas robaba.

Quienes aman, ya sea intensamente o no, recorren lo que algún filósofo llamó «el camino de la duda y la desesperación». Esto se muestra perfectamente en esta obra de Massy Tadjedin ―que es su debut como directora, curiosamente―. Se trata, entonces, de tejer y re-tejer, de volver una y otra vez sobre lo mismo, sea posesiva y/o contemplativamente, sea en «sólo una noche» o en muchas. El amor como la unión de la unión y de la no-unión…