Fecha de escritura original de la reseña: 18 de abril de 2023.
Publicada en primer lugar en: este blog.

La poesía es una forma de la literatura que, a menudo, resulta esotérica. En el sentido de que es un secreto resguardado por el autor, quien lo expresa crípticamente. Sólo los lectores que sepan reconocer las señales en medio de las palabras oscuras y abstrusas, podrán captar el mensaje y la esencia detrás de cada poema. Esto es aplicable a la gran mayoría de la poesía, sin importar el idioma en que haya sido concebida.

Sin embargo, hay excepciones a la regla donde los poemas son como agua cristalina o un vidrio totalmente transparente. Lo que buscan expresar es más sencillo de apreciar por usar palabras claras y distintas, por manejar un lenguaje directo y sin ambigüedades. Los poetas que escriben de esta manera son más accesibles ante sus lectores: desnudan su imaginación y su alma entera en sus versos. Este es el caso de Luis Alejandro Indriago Suárez, quien utiliza el título de «el Tuky Ilustrado».

Indriago propone pensar la poesía de manera distinta. Conocida por ser literatura frecuentemente culta, es preciso y necesario para Indriago acercarla a la gente de a pie, aquellos que probablemente no leen poemarios completos. Se trata de propagar y rebajar a la poesía de su alta condición inalcanzable para la mayoría y conquistada por una élite, a ser conocida, transmitida, sentida y disfrutada por el pueblo de condición humilde. Es debido a esta intención prometeica, de llevar justicia a quien ha sido tratado peor que un perro, que Indriago declara su manifiesto literario en los versos de dos poemas diferentes:

Defiendo la palabra amarillenta del barrio

que se alimenta sólo de errores ortográficos (p. 31)

la fresa me dijo: la poesía no es para débiles

llevándose mi poema y sembrando la poesía en el barrio. (p. 47)

Pero la rebeldía y la irreverencia de Indriago frente a la poesía no termina allí. También arremete en son de lucha contra las novelas y contra el teatro. Casi podríamos decir que contra toda la literatura, de la cual él mismo forma parte por su arte. De esta manera, ejerce su vocación humanística no solo como un artista, sino también como un crítico. Doble labor sobre un mismo tópico:

Toda la literatura es mentira que nos venden

grabándonos costumbres que no nos pertenecen

A estos derrumbes no llega Romeo y Julieta

Ni jóvenes como Werther (p. 53)

No obstante, Indriago no se restringe ni se limita a declarar una crítica vehemente y mordaz contra la literatura que no le ha edificado. Es decir, también sabe expresar respeto, consideración y afecto por el arte que le apasiona y le da sentido a su existencia. En este sentido, podríamos decir que aparte de la crítica negativa y destructiva contra la literatura, reconoce la necesidad de elaborar una crítica favorable y constructiva de la poesía en particular. Como un casanova de las palabras en verso, seduce poco a poco a su propio arte, taladrándolo de pura devoción:

Besar el poema, sentir el poema, bailar con el poema,

sonreírnos el poema, apuntar la mirada al poema,

sangrar al poema, sufrir el poema, es ser/hacer el amor (p. 19).

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