Para A.
Escrito el 22/9/17 desde las 3:00 p.m. hasta las 5:02 p.m. en mi cuarto.

La nostalgia es veneno,
anhelo insaciable
por lo que fue y pudo ser,
constante evocación
de lo poseído y luego perdido,
sufrimiento inevitable
ante la ausencia de las alegrías temporales
que hacían todo soportable,
que llenaban de propósito y sentido
una existencia miserable.

La ilusión es un juego
en el que todos pierden
más tarde o más temprano;
unos apuestan poco, otros demasiado,
unos regalan, otros venden,
unos exigen y otros ceden,
pero todos dejan ir
al los ojos abrir,
lo entregado, lo conseguido y lo fantaseado
en el esfuerzo sostenido
por recorrer el camino de la duda y desesperación
no solos, sino acompañados.

Todo quedó en palabras,
las mejores intenciones, los recuerdos,
los sueños, las ansias,
los sentires y los pensares,
todo perdido
en el olvido que seremos
en lo que se dijo
y en lo ya no revelado,
en el «nosotros» desgarrado.

Robinson, desde su isla olvidada,
agitó su mano de forma anticipada,
sonriendo, quizá, pues su voluntaria soledad
le permitió escapar de la apremiante necesidad
que a todos doblega, confunde, lastima,
ciega y absurdamente despiadada.

Nuestro falso consuelo y nuestra ficticia y dudosa esperanza
no nos sirven de nada,
ningún hombre es el mundo de los hombres,
esas son palabrerías vanas,
ningún hombre es una parte de la tierra,
toda vida es una burla, una robinsonada.