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Pienso de manera general que, «cualquier manera de expresar el amor» [lo pongo entre comillas para recalcar lo que pienso, aunque no hayan sido diseñadas para eso], es sólo un engaño. Una manera de disfrazar nuestra verdadera naturaleza, que consta de dos prioridades en cada existencia:

1) La sobre-vivencia y

2) El propio desarrollo.

La (1)[era] prioridad se plantea y se preserva a través del sexo, que es muchas veces inhibido «racionalmente» bajo la forma del amor. Ya antes se había dicho que «cualquier manera de expresar el amor [o el disfraz del sexo] es sólo un engaño»; se habla de uno solo, porque amar a un padre, a un hijo, o a alguien que apenas se conoce, son distintas maneras de presentar una misma necesidad. Amar a un padre o a un hijo, no necesariamente quiere referir a que se quiere tener sexo con él, si no que se reconoce a esa figura, como la dadora de vida, en el primer caso, o la continuación de la propia, en el segundo caso; lo que tiene mucha relación con la segunda prioridad existencial.

La (2)[da] prioridad se plantea y se preserva a través de, principalmente, el egoísmo, la vanidad, y el odio; fruto de los primeros dos factores. El «egoísmo» es lo que da a cada vida un sentido de «individualidad»; convence de alguna manera, que, aún sin tener reconocimiento o talento, cualquier persona es igualmente importante que otra. La «vanidad», sigue la misma línea que el «egoísmo», y ofrece distintos significados «altamente notorios» sobre cualquier acción o pensamiento que tenga un sujeto.

Es así que, en el acto sexual, luego de preservar la especie, la segunda finalidad que se busca es romper con la imagen de la «individualidad»; porque aunado al instinto de la supervivencia, está la conciencia de la soledad, de la segura y palpable probabilidad de que, nadie que está solo, puede realmente a aspirar a morir y, de alguna manera [a través de la descendencia], permanecer aún.

La «vanidad» entonces podrá ser una motivación para, en el caso de tener descendencia, cuidarla aún en pos del sacrificio propio; y en el caso contrario, elevar cualquier acción para compensar la «realidad» en la que se vive. El amor, entonces, es un engaño por el cual, el ser humano se establece sobre una base de emociones surgidas por determinadas necesidades inherentes a su propia naturaleza. Un mecanismo que, parece, nunca tiene un desperfecto en su desarrollo. Prácticamente, a todos nos afecta el mismo «trastorno mental».