Fecha de escritura original de la reseña: 01 de octubre de 2014.
Publicada en primer lugar en: Goodreads.

Mi historia, como la de muchos, está fuertemente ligada a esta saga.

El primer tomo de la saga fue, si no recuerdo mal, el segundo libro que llegué a leer en mi vida (a los 7 u 8 años de edad). El segundo, tercero y cuarto tomos de este universo literario, los siguientes volúmenes que llegaron a conformar parte de aquella lista no escrita en papel que se corresponde con la sección «leídos» en mi perfil de Goodreads.

Pero no sólo fue el comienzo de esta aventura que me seguirá hasta el fin de mis días (o eso espero y aspiro), sino que también fue el primer conjunto de libros que he leído una vez cada año como si así cumpliera un «juramento inquebrantable» a la autora de este libro, que, de hecho, tiene mi propio nombre.

Seguro que a muchos no les pasará desapercibido que Joan es nombre de mujer en EEUU y su versión británica es Joanne. No, no soy mujer. Y aunque podrían haberme llamado John o Juan, mi nombre es lo de menos. Pero sí, retomo lo dicho: mi lectura anual de esta historia es casi una promesa de amor ―que llevo al menos tres años sin cumplir, pues la última re-lectura fue en el 2011―.

Nada podría decir sobre Potter que no haya dicho cualquier otra persona en una multitud de lenguas. Pero puedo expresar lo principal: Harry fue lo más cercano que tuve a un «amigo imaginario». No estaba todo el tiempo conmigo y tampoco hablábamos, pero aún así lo sentía junto a mí. Dumbledore fue lo más cercano a una figura paterna ―ya que mi propio padre parecía un fantasma― y Hermione fue mi vivo reflejo, al menos en lo académico ―mi madre me había enseñado a estudiar exhaustivamente―.

Todas las aventuras y travesuras, todos los monstruos y todos los gestos de solidaridad y amor los pude sentir tal y como si fuese un personaje más. Esta saga fue mi segundo hogar… y creo que lo sigue siendo en cierta forma. Por ello espero que, aunque desde hace tres años no la haya vuelto a leer, pueda volver a encontrar cobijo en sus páginas para poder suspirar con tranquilidad y sentir aquella nostalgia que siente el hijo cuando regresa a su infancia, el día que regrese a esta historia.

«Hogar dulce hogar», la frase mágica que nos hace niños de nuevo.