Fecha de escritura original de la reseña: 23 de junio de 2014.
Publicada en primer lugar en: Goodreads.

Disfruté la saga de Lewis, si lo negara me mentiría a mi mismo.

Existe un «pero» en todo esto, claro está: no puedo evitar comparar esta historia con la que escribió Rowling. Esto es algo imperdonable desde cierto punto de vista, porque, aún cuando ambas tramas poseen temas comunes (como la magia y la presunción de cierta clase de «mundos paralelos»), puede decirse que poseen propósitos y públicos lectores distintos.

No, no estoy diciendo que quien lee la saga potteriana seguramente no leerá la narniana. Eso sería tomar mis palabras en otro sentido. Lo que quise decir es que, mientras a Rowling se le puede leer siendo niño o siendo adulto y disfrutarlo de igual manera, en el caso del Lewis que se vislumbra en Las crónicas de Narnia se disfrutaría más leerle siendo un niño, porque, si bien en Narnia ocurren un sin fin de cuestiones «para grandes» (como la guerra misma), el asunto acá no es de contenido sino del tono, del estilo usado para narrarlo todo.

Lo anterior no quiere decir que esta saga sea de una calidad menor comparada con la de Rowling, asumir eso, de nuevo, sería entender de otra forma mis palabras. Lo que quise decir es que creo que hubiese preferido leer a este Lewis de niño, porque sé que, aunque de todas formas disfruté la historia desarrollada en sus 7 libros aquí reunidos, disfruto muchas cosas pero sólo guardo en mi memoria lo imprescindible (dentro de lo cual, dicho sea de paso, no está incluida tampoco la saga potteriana).