Fecha de escritura original de la reseña: 30 de abril de 2024.
Publicada en primer lugar en: este blog.

A Salvador Garmendia lo descubrí en el 2014. Recuerdo que fue ese año porque, el mismo día en que me encontré con uno de sus libros, vi por primera vez en la televisión a una de las cantantes que admiro y respeto: Imelda May.

Estaba de visita en casa de un familiar, en el estado Mérida. Y, como hago siempre que puedo, me fijé en la biblioteca del hogar. Los libros que conservamos son un reflejo de las necesidades íntimas de nuestra alma. Así que podemos conocer y aproximarnos a los demás enfocándonos en sus gustos literarios ―y culturales, en general―.

La obra en cuestión, de Garmendia, era «Día de ceniza». Leí algunas páginas sueltas, al comienzo y a la mitad de la novela. Me cautivó su estilo contemplativo, a todas luces filosófico. Pero, como no quería incomodar pidiendo prestado el libro a mi familia, solo guardé el nombre del autor en la memoria.

Con el pasar de los años fui armando mi colección de Salvador Garmendia, en la que todavía faltan los tres tomos de sus cuentos completos. Incluso conocí a su hija en persona, Altagracia Garmendia, en un taller de dirección cinematográfica dictado por Luis Alberto Lamata ―en el Ateneo de Caracas (2018)―.

La última adición fue, justamente, sus «Crónicas sádicas». Así que, siguiendo mi regla autoimpuesta de aproximarme a los escritores por primera vez a través de sus obras menos conocidas y menos famosas, empecé con sus anécdotas indecentes ―recopiladas en este volumen―.

Desde el prólogo Garmendia nos hace sonreír incluso a los más amargados. Y con el ingenio, la lucidez, la perspicacia, la mordacidad de su lenguaje, nos atrapa en medio de sus reflexiones vulgares sobre el sexo y los demás tópicos secretos e inadmisibles en nuestras conversaciones cotidianas.

Los artículos que más disfruté y aprecié de las «Crónicas sádicas» fueron los siguientes:

  • Elogio del pedo (pp. 13-16).
  • Revelaciones de un antipolítico (pp. 37-40).
  • Conversación de baño turco (pp. 49-53).
  • Nostalgia del primer polvo (pp. 89-92).
  • El ahorro es para los peorros (pp. 115-118).
  • Rico es rico, carajo (pp. 123-126).

Hay que tener en mente, sin embargo, que estas crónicas fueron escritas en la década de los 70. Son casi cincuenta años de diferencia, así que quizá ya no escandalicen a nadie. Pero, el humor sin tapujos de Salvador Garmendia, se conserva fresco como los árboles cercanos a la orilla de un río de aguas vivas (Jeremías 17:8 y Salmo 1:3).

Ese día Zapata me encargó un artículo de tema libre, para el primer número […], cuyo único requisito era ése, precisamente: que fuera absolutamente libre; es decir, sin ningún tipo de restricciones en el contenido y en la expresión.

No podía creerlo y pregunté:

―¿Quiere decir que se pueden decir malas palabras?

―Y buenas también, Salvador ―respondió Pedro León―. Nuestra publicación no albergará ningún tipo de fanatismo. (p. 6)

Lo mejor que puedo expresar de este libro se reduce a esto: mi mejor amigo, quien es melómano, cinéfilo y no le gusta leer casi nada, se rió a carcajadas y gozó como un niño ante los fragmentos de las «Crónicas sádicas» que le leí en voz alta.

¿Qué más se puede decir?