Fecha de escritura original de la reseña: 20 de mayo de 2024.
Publicada en primer lugar en: este blog.

I.
RESEÑA LITERARIA

El poeta que escribió esta obra, conocido en Occidente como Rumi, fue un místico musulmán. Los creyentes más espirituales y menos violentos del islam conforman el «sufismo».

Es la primera vez que leo directamente a un seguidor fiel del Corán, pero ya tenía una idea superficial de los sufíes por una de las películas que más me ha fascinado: «El señor Ibrahim y las flores del Corán» (2003).

En ese filme, un anciano musulmán sumamente sereno, pacífico y bondadoso, educa espiritualmente a un adolescente judío. En la historia cinematográfica, por ejemplo, el anciano le muestra al adolescente las danzas sagradas de los sufíes: las cuales se realizan para adorar a Dios. De la misma manera en que el rey David bailaba para el Creador del cielo y de la tierra (2 Samuel 6:21).

En fin… Retomando los poemas de Rumi: los leí con extrema cautela, recordando aprovechar lo bueno y desechar lo malo (1 Tesalonicenses 5:21-22). Afortunadamente, en este sentido, los editores incluyeron un glosario del simbolismo detrás de las palabras más usadas por Rumi ―al final del libro―. Porque ofrecen el contexto necesario para adentrarse en la intimidad espiritual de sus versos.

Rumi revela en sus palabras que realmente amaba a Dios por sobre todas las cosas, cumpliendo indirectamente el primer gran mandamiento judeo-cristiano (Mateo 22:37-38). Pero no me crean ciegamente, léanlo a él directamente:

Miré en las cruces de cada iglesia,
pero Él no estaba allí.
Peregriné a los templos de la India
y a los santuarios de China,
pero Él no estaba allí.
[…]
Leí los libros de Avicena,
pero Su sabiduría eludió toda palabra.
Llegué a lo más alto del trono
a dos codos de distancia,
pero Él no estaba allí.
Entonces miré en mi propio corazón
y allí lo encontré:
No estaba en ningún otro lugar (pp. 43-44)

En este punto quizá sea necesario comparar breve y escuetamente el cristianismo frente al islam. En mis poquísimas e inexpertas lecturas al respecto, las diferencias más resaltantes entre uno y otro son las siguientes:

  • Los cristianos consideran que la Palabra de Dios es la Biblia, única y exclusivamente. Los musulmanes, por otro lado, tienen como libro sagrado principal el redactado por Mahoma. Pero consideran que, tanto la Biblia como el Corán, están inspirados por Dios. Los fragmentos de la Biblia que se oponen al Corán provienen de la «corrupción de los textos originales».[1]
  • Los cristianos creen firmemente que Jesucristo es el Hijo unigénito del Padre Universal, y que vino a salvar a todos los que tengan una fe auténtica en Él. Los musulmanes piensan en Jesucristo como solo un profeta y niegan su divinidad.[2]

Aclarado un poco el panorama, de manera imperfecta y sin autoridad académica, volvamos otra vez a Rumi. Este poeta sufí escribió un diálogo con Dios que es tan maravilloso como los Salmos más hermosos de la Biblia ―los de Asaf, en mi opinión parcial―:

―¿Qué buscas?
―Tenerte como Amigo permanente.
―¿Qué quieres de Mí?
―Tu abundante Gracia.
―¿Quién fue tu compañero en el viaje?
―El pensamiento de Ti, mi Rey.
―¿Qué es lo que te atrajo aquí?
―La fragancia de Tu vino.
―¿Qué es lo que más te agrada?
―La compañía del Soberano.
―¿Qué es lo que en Él encuentras?
―Centenares de milagros.
―¿Por qué está el palacio desierto?
―Porque todos temen al ladrón (Juan 10:10).
―¿Quién es el ladrón?
―Quien me mantenga apartado de Ti.
―¿Dónde encuentras seguridad?
―En el servicio y la renuncia.
―¿Qué te ofrece la renuncia?
―La esperanza de salvación. (pp. 126-127)

De cualquier manera, lo relevante y esencial de leer esta poesía tan espiritual es acercarnos, poco a poco, al Padre Universal. Porque, aunque dejáramos de hablar y relacionarnos con Él, hasta las piedras lo aclamarían (Lucas 19:40).

Rumi, justamente, describe a los ateos con estos versos:

El amor es el infinito océano de Dios,
pero miles de almas, que en él se están ahogando,
gritan: «¡No hay Dios!» (p. 110)

II.
APOSTILLA

En cuanto a los versículos de las Sagradas Escrituras citados en esta reseña, recomiendo leerlos en estas ediciones:

(A) La Nueva Biblia de las Américas (NBLA), que se trata de una traducción de equivalencia formal.

(B) Dios habla hoy (DHH), que se trata de una traducción de equivalencia dinámica.

Para saber la diferencia específica entre la traducción formal y la dinámica, les invito a leer otro de mis textos en el blog: https://jsaaopinionpersonal.wordpress.com/2024/03/31/looking-for-mercy/

Tanto la NBLA como la DHH son traducciones bíblicas que se encuentran y se pueden leer gratuitamente en la aplicación YouVersion.

En otro orden de ideas: estoy infinitamente agradecido con Alfonso Colodrón, que fue el traductor de este poemario de Rumi. Excelso trabajo, totalmente impecable. Casi pareciera que los versos hubieran sido escritos originalmente en español.

III.
NOTAS AL PIE

 

[1] Reynolds, Gabriel Said (2010). «On the Qurʾanic Accusation of Scriptural Falsification (taḥrīf) and Christian Anti-Jewish Polemic». Journal of the American Oriental Society. 130 (2): 189–202. ISSN 0003-0279. JSTOR 23044514.

[2] Fragmento en inglés: «Muslims do not worship Jesus, who is known as Isa in Arabic, nor do they consider him divine, but they do believe that he was a prophet or messenger of God and he is called the Messiah in the Quran. However, by affirming Jesus as Messiah they are attesting to his messianic message, not his mission as a heavenly Christ. […] Islam insists that neither Jesus nor Mohammed brought a new religion. Both sought to call people back to what might be called Abrahamic faith.»

Que se encuentra en el siguiente libro:

Tabor, James (28 August 2017) [1st pub. 2006]. «Conclusion: RECOVERING LOST TREASURES». The Jesus Dynasty: The Hidden History of Jesus, His Royal Family, and the Birth of Christianity. Simon & Schuster. pp. 315–316. ISBN 978-0-7432-8723-4.